Los turones de patas negras (Mustela nigripes) son considerados como uno de los mamíferos más amenazados del mundo. La última población silvestre fue
descubierta en 1981 en Meeteetse, Wyoming, y en 1985 se extinguió debido a una epidemia de moquillo canino en combinacion con una epidemia de peste bubónica. Antes de su extinción total en la naturaleza, se lograron capturar 18 individuos para comenzar un programa de cría. La cría en cautividad se ha llevado a cabo con éxito y, durante los últimos 11 años han nacido más de 2600 turones en centros de propagación. Desde 1991, aproximadamente 870 turones han sido reintroducidos en 5 áreas de distribución histórica original repartidas entre los estados de Wyoming, Montana, Dakota del Sur, y Arizona. La investigación científica ha sido, y continúa siendo, una herramienta crítica para dirigir el Programa de Recuperación. Los estudios etológicos llevados a cabo tanto con turones cautivos como con turones reintroducidos han demostrado que un entorno cautivo naturalístico, especialmente durante las etapas iniciales del desarrollo de estos carnívoros, ayuda a desarrollar conductas necesarias para la supervivencia en la naturaleza. Dicho entorno ayuda a los turones a refinar sus técnicas de caza, a reconocer las madrigueras de los perritos de la pradera como un refugio donde establecerse y como una vía de escape frente al acoso de depredadores, y a mejorar su forma física. A raíz de estos estudios, se han readaptado las técnicas de manejo de turones cautivos para ayudar a llevar a cabo la recuperación
de esta especie de un modo más eficaz y rentable.
Black-footed ferrets are considered one of the world's most endangered mammals. The last wild population was discovered in 1981 in Meteetsee, Wyoming, and, in 1985 it collapsed due to an epizootic of canine distemper in combination with sylvatic plague. Prior to the extinction of the last remnant population, 18 wild black-footed ferrets were captured to initiate captive propagation efforts. Captive breeding has been successful and, during the last 11 years, more than 2600 black-footed ferrets have been born in captive breeding centers. Since 1991, approximately 870 ferrets have been reintroduced in 5 areas located within the ferret's original geographic distribution, including sites in Wyoming, Montana, South Dakota, and Arizona. Scientific research has been, and continues to be, a critical tool to direct recovery efforts. Studies in applied ethology conducted on captive and reintroduced ferret populations have demonstrated that a naturalistic captive environment, particularly during early developmental periods, enhances the expression of behaviors necessary for survival in nature. Ferrets raised in a naturalistic environment develop better predatory skills, are able to recognize prairie dog burrows as a home and shelter from predators, and are more physically fit. Results from these studies have been adapted into management strategies to help implement a more cost-effective road to black-footed ferret recovery.